Nuestra Carta Fundamental, ese contrato social por el cual se limita al
poder, se lo ordena y, el pueblo pone sus esperanzas e ideales de bienestar,
debe ser entendida como una herramienta de progreso y un motor de desarrollo
para la conformación de una verdadera república. El proceso constitucional
argentino culmina con la sanción de la Constitución de 1853-60. Esta fecha debe
ser un tributo a aquellos hombres que buscaron brindarnos un texto que nos sirviera
para desarrollarnos como pueblo, convertirnos en ciudadanos poseedores de una
nación libre.
La Constitución Argentina es el
pueblo de la nación hecho ley. Perfecta síntesis de nuestro texto fundacional y
la justificación más precisa de conmemorar hoy su sanción.
En estos tiempos, en los que la Constitución parece la letra chica de un
contrato, porque nadie la lee, resulta fundamental volver a ella. Comencemos a leerla por su preámbulo, donde
se encuentran los objetivos a tener presentes: "Constituir la unión
nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la
defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la
libertad". Este debe ser el camino a seguir por cada uno de nosotros,
asumiendo las responsabilidades, los derechos y los deberes y, cumplir así con
una construcción colectiva de la ciudadanía.
Todos, sin excepción, tenemos
que reflexionar para entender que la Constitución debe honrarse, respetarse y
obedecerse todos los días, por cuanto en ella está expresada la voluntad del
pueblo que habita la Nación.
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